Nadie podrá discutir que nos encontramos, según muchos columnistas y “expertos” (a pesar que no hay que ser “experto” o tener un título para darse cuenta), frente a una profunda crisis institucional a partir de los recientes (y no tanto) hechos: delitos tributarios que remecen transversalmente a la política chilena, la crisis ambiental en el norte y sur de Chile reflejada en las sequías e incendios como los que hemos visto últimamente, organización social en torno a demandas ambientales –ver Caimanes, Freirina- debido a la facilidad de ciertos actores sociales por acceder a los recursos de la región, familiares de la gente de la Moneda reuniéndose con los grandes capitales de este país, presiones sobre el poder judicial, cambiando fiscales a cargo de casos que los involucran, obstrucción de estos mismos casos; el nombramiento del cura Barros como obispo de Osorno, edecanes presidenciales y exministros de interior envueltos en redes de protección de narcotráfico, leyes que favorecen
"La Asombrosa hipótesis consiste en que “vosotros”, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones, vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están asociadas a ellas” Hoy por hoy se pretende transformar los verdaderos momentos de intimidad con uno mismo en factores o comportamientos de riesgo, los que pueden atentar con nuestra salud. Todas las “recomendaciones” emanadas del discurso científico (si fuesen ubicadas en una especie de decálogo) quedarían justificadas por la afirmación de que “es por nuestro bien”. La salud-mercancía es inalcanzable, no nos pertenece, y para preservarla hay que someterse a las lógicas de su definición pobre (completo bienestar físico, social y psicológico). Adherir a estos estilos de vida propuestos por la ciencia moderna es entregar las dos orejas. La enfermedad se prefigura enton