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Recensión de “Hombres-máquina: modo de empleo“ (Tiqqun, 1999)



"La Asombrosa hipótesis consiste en que “vosotros”, vuestras alegrías y vuestras penas, vuestros recuerdos y vuestras ambiciones, vuestro sentido de la identidad y del libre albedrío, todo esto no es en realidad más que el comportamiento de una vasta reunión de células nerviosas y de las moléculas que están asociadas a ellas”

Hoy por hoy se pretende transformar los verdaderos momentos de intimidad con uno mismo en factores o comportamientos de riesgo, los que pueden atentar con nuestra salud.

Todas las “recomendaciones” emanadas del discurso científico (si fuesen ubicadas en una especie de decálogo) quedarían justificadas por la afirmación de que “es por nuestro bien”. La salud-mercancía es inalcanzable, no nos pertenece, y para preservarla hay que someterse a las lógicas de su definición pobre (completo bienestar físico, social y psicológico). Adherir a estos estilos de vida propuestos por la ciencia moderna es entregar las dos orejas. La enfermedad se prefigura entonces como el justo castigo a nuestra desobediencia. ¿Quién define la salud?, ¿Quién define la enfermedad?... Pues bien, quien fije los estándares de lo biológico tiene el control.

El brazo armado del poder que viene es la Medicina.

La medicina en formación es la medicina genética. Bajo esta lógica se podrá establecer que enfermedades “podríamos” padecer. La medicina no será más terapéutica, será en esencia definitoria, culpabilizante, elaboradora de sentencias, donde no hay nada que decidir respecto del futuro más que alinearse bajo el discurso de la prevención y de las precauciones a tomar para no enfermar… La enfermedad imprevisible y confortable deja de existir como tal para dar cabida al riesgo permanente y predecible.

Surge entonces el partido de los sanos, obedientes de las indicaciones. Y el partido de los enfermos, aquellos que se lo buscan... los primeros huirán de los segundos. El médico se erigirá entonces como el místico capaz de preverlo todo, con inquietante omnipresencia pretenderá también conocerlo todo... la certeza de la predisposición y de la herencia envenenará nuestra alma.

De Sujetos a Pacientes.

Frente a la caída de la democracia se establece una nueva forma de dominación, una que cuenta con la complicidad de dominadores y dominados, el biopoder.

Cuerpos sin espíritu proliferando gracias al avance de la medicina, sobrepoblando el mundo. Cuerpos sin una posición activa frente a la vida, que es la pasión misma. Pasión es lo contrario a padecer. Esta es la nueva política. La biopolítica gestionadora de los cuerpos como continentes de almas trata de reducirnos a aquello por lo que el poder nos sujeta. Estamos reducidos a un cuerpo biológico. ¿Qué hay más necesario, más inmediato o más inalienablemente nuestro que nuestro propio y único cuerpo? Es el cuerpo lo que nos permite relacionarnos con el otro, es el cuerpo el límite. ¡Objeto de opresión! NUESTRO CUERPO ES PRISIONERO DE UN ALMA PRISIONERA DEL CUERPO.

Prisioneros al fin y al cabo con una “pequeña libertad” al interior de una jaula armoniosamente decorada. Lo propiamente nuestro pretende ser expropiado, las pulsiones, los deseos y pensamientos no serían más que neuronas interactuando.

“Todo aquello que nuestro cerebro de esclavo alcanza a tolerar, nuestro cuerpo, insuficientemente dócil, lo rechaza, porque en él algún residuo ancestral del instinto de rebelión se oculta todavía; ¿Pero dónde? He aquí lo que los conquistadores de la industria farmacéutica han jurado descubrir” apoyados por los tecno-médicos como leales vasallos en esta innoble tarea.

El médico se forma técnicamente para no ser más que un administrador, un gásfiter muy eficiente en reducir al sujeto a un cuerpo biológico y a pensarlo rígidamente en términos de etiquetas diagnósticas. El tecno-médico no ayuda a nadie, salvo a los dominadores. El terapeuta es por otro lado en primer lugar, al igual que el que le consulta, un sujeto... sujeto del deseo. No del deseo mecánico asténico y bulímico que no desea los cuerpos vivos ni las cosas animadas, que repite compulsivamente un gesto de consumo. Sino del auténtico deseo, de la esencia profunda del Yo y existe como aspiración, como esfuerzo para acrecentar su propia potencia de ser reconocido por otro. No vivir en el deseo es estar exiliado de la propia esencia y corriendo el peligro de devenir cosa, de ser enteramente objetivado.

Conclusión

La práctica, el aprendizaje y la medicina no son nobles en sí mismos pues poseen una dimensión política que obliga a tomar posiciones frente a los otros. La práctica médica se puede transformar en una práctica esclavizadora y reproductora de discursos, reduciendo al ser humano a hombre-máquina, susceptible de ser hábilmente dominado. Apostamos a lo contrario.

(por GdM, en Rev Ukémbele 1, 2014)

“Hombres-máquina: modo de empleo“ está disponible en tiqqunim.

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